El gomashio, término de origen japonés procedente de “goma” (sésamo) y “shio” (sal), es un condimento compuesto por sésamo tostado y sal marina, triturados conjuntamente. La proporción suele ser de 12-14 partes de sésamo por 1 parte de sal, aunque puede variar entre 8:1 y 15:1, como proporciones extremas corrientes.
El gomashio lo preparamos en casa usando un suribachi, que es un utensilio específico para este menester, es un mortero como el que usamos pero estriado, para romper el sesamo y que libere su aceite y se mezcle con la sal. En la medida de lo posible, debe evitarse el uso de molinillos eléctricos ya que no se obtiene una unión entre las grasas del sésamo con los granitos de sal.
El gomashio se beneficia de las cualidades de sus componentes (grasas, proteínas y minerales del sésamo y oligoelementos de la sal), por lo que se recomienda su uso diario. Es el condimento de mesa por excelencia de una alimentación equilibrada. Favorece la secreción de los jugos digestivos, estimula todo el metabolismo, fortifica el sistema nervioso, es ligeramente diurético y regenera el intestino. Tonifica, fortalece y permite agregar sal a los platos sin provocar sed.
El gomashio presenta una gran cantidad de nutrientes. Aporta lípidos de alta calidad, proteínas, vitaminas (E, K, grupo B, ácido fólico, biotina, inositol y colina) y minerales con un gran contenido de calcio.
Una de las propiedades más destacables del gomashio es su capacidad de fortalecer el organismo, al ser alcalinizante de la sangre.
Es el complemento ideal de los cereales y también puede utilizarse en ensaladas y otros platos, se debe tomar en pequeñas cantidades, espolvoreándolo sobre los platos de cereales, verduras, ensaladas, o bien extendiendo una fina capa en una rebanada de pan con aceite. Las personas con hipertensión deben vigilar el consumo de gomasio, dado su contenido de sal.
Ingredientes
1 cucharada sopera de sal marina
14 cucharadas soperas de sésamo
Elaboración
En un colador lavamos el sésamo, mejor si es ecológico, mirando bien para quitar si tiene alguna piedrecita. Después de pasar por una toalla o paño, lo colocamos en la sartén precalentada para ir tostándolo.
La medida es la siguiente, pondremos en la sartén de 10 a 15 (según el tamaño de la sartén o de si lo queremos más o menos salado) cucharadas de sésamo sin nada en el fondo extendido por toda su superficie. Así lo iremos tostando, removiendo para que no se queme, hasta que el aroma a nuez o el color dorado nos inviten a sacarlo.
Si queremos asegurarnos que está a punto podemos cogerlo con dos dedos y apretarlo, si se desmenuza es que esta en el momento adecuado. Lo sacamos y lo colocamos en un plato.
A continuación tostamos una cucharada de sal marina en la misma sartén, en seco, así perderá la humedad y el cloro que pueda contener.
En un mortero grande o en un suribachi (mortero japonés estriado) colocaremos la sal marina. La extendemos con el mazo suavemente por todo el contorno hasta conseguir un polvo fino.
Añadimos el sésamo y removemos suavemente en rotación no queriendo machacar sino desmenuzar y mezclar los dos ingredientes, nos sorprenderá el aroma que liberan las semillas trituradas.
Lo ponemos todo en un bote de cristal herméticamente cerrado y ya lo tenemos listo para utilizar.